onsdag, augusti 19, 2009

Para leer antes de dormir
Quedamos como los últimos en la fila para el espectáculo que terminó, sin haber presenciado absolutamente nada de lo acontecido que de cierta forma sabemos que ocurrió por o para nosotros, una cita impuntual al gran despertar de algún aspecto nuestro para nosotros desconocido; al momento exacto de convergencia entre poderes más allá de nuestra consciencia en el lugar sagrado del ritual. Lugar profanado por la vulgaridad de un espectáculo planeado, nuevamente, por y para nosotros sólo que ahora convertido en burdo salón de fiestas con invitados vomitados. Con hilos invisibles pero intuíbles, orquestado por manos ajenas a las nuestras, cuyos movimientos parecieran invitarnos a adentrarnos en el espectáculo que representa una nueva etapa de conocimiento, pero construido a manera de carpa teatral: de farsa. ¿Qué son los espacios vacios? ¿Qué contienen una vez desiertos? ¿Recuerdos? ¿Anhelos? ¿A nosotros mismos?
Pero ¿qué aspectos de nosotros desconocidos? ¡Ja! No lo sabremos nunca, puesto que llegamos tarde a nuestro propio despertar, lo que percibimos como vacío es la ansiedad de no llegar a conocer esa mínima parte de un futuro que a ciertos ojos podría parecer tangible y asible, un futuro que danza erráticamente entre la línea de la fantasía más disparatada y la satisfacción de saberla hasta ese momento, non plus ultra. Podríamos llamarla hasta cierto punto y ajustando parcamente la metáfora: fuego. El fuego de cierta forma es tangible (maestros zen consiguen tocarlo sin sufrir daño alguno), si por tangible entendemos susceptible de ser percibido por todos en conjunto o por alguno de nuestros sentidos en forma individual. lo vemos arder, vemos asimismo la luz que emana; tocamos, por así decirlo, el calor que despide, evocamos gracias a ese calor algún lugar que otrora nos hubo confortado nuestras penas. Y paradójicamente, no existe como materia tangible, no podemos medir su masa ni envasarlo en contenedores, es efímero. Es la fantasía que lucha por ser futuro y no una engañifa. ¿Entonces el fuego como lucha es un espacio vacío? No totalmente.
Nuestros espacios vacíos son los remanentes de una lucha ya perdida, donde hubo fuego brasas quedan, indiscutible, y aún así: estupidez rotunda. La naturaleza misma de la devastación consiste en lograr la máxima destrucción prolongada hasta el límite de su duración. Queda ese lugar donde lo único sobreviviente es el sentimiento sin cuerpo que lo albergue, quedan las esperanzas desaparecidas con la precisión y brutalidad de una dictadura militar y con ellas una parte de nosotros. ¿Somos nosotros entonces el espacio vacío? No, somos nuestro fantasma deambulando nuestro páramo seco en la hora justa del ocaso. En cambio, ese territorio en cenizas sí forma parte de nosotros, existe sin depender de nosotros pero hasta ese momento nos definió al estado actual en que ahora nos encontramos. No mide más que una bacteria, y sin embargo cuenta con el poder de atraparnos en él casi siempre, es el vórtice de un colapso estelar.
Los espacios vacíos son los lugares donde no estamos y al mismo tiempo nos sentimos solos, no existen en ninguna parte de este podrido mundo y todos y todas los habitamos como si huyésemos de la peste negra. Suelo estéril que nos desafía burlonamente a sembrar una semilla en su tierra humeante. Completamente deshabitado, no obstante, lleno de sueños rotos y mundos ya no posibles.
Ninho Machete

1 Comments:

Blogger elemea said...

soñé que iba en un micro que me llevaría hacia la muerte. por un instante muy largo me arrepentí de no haberme lanzado al agua y nadar hasta la orilla. la muerte estaba próxima. mi madre quería ver ese momento fatídico. yo era resignación e incredulidad.

9:13 fm  

Skicka en kommentar

<< Home